Paseos por el valle: parte 2.

Perros en el camino.

Después del éxito del paseo del fin de semana pasado —el cual pedaleé en solitario—, convoqué nuevamente, diré que esta vez asistieron el doble de ciclistas que la vez anterior, por tanto diré que el éxito fue doble también. Durante la semana media docena de personas manifestaron su interés de pedalear con nosotros por los canales del valle de Mexicali, para la noche previa al arranque prácticamente todos habían desistido —yo de todos modos iré—, pensé. Esa noche dejé todo preparado: casco, zapatillas, guantes, agua, fruta… y bicicleta; buenas noches. Cuando escuché la alarma sonar eran ya las 5:15 AM —aghh no, ¿¡otra vez tarde!? Después siguió el ritual matutino: bañar, desayunar, cargar el equipo y partir. Está amaneciendo, la carretera está libre, sin tránsito, el trayecto vía carretera San Felipe es ágil, ello no evita que llegue al ejido Michoacán al filo de la hora citada 6:00 AM —es decir, técnicamente tarde 🙁 —. Saludé a Jesús, el otro ciclista que acudió a la invitación, y me preparé rápidamente, luego de cinco minutos mi bicicleta y yo estábamos listos, aún esperamos otros cinco y partimos pasando diez de la hora. Tan pronto arrancamos Jesús dice «por aquí hay muchos perros en la calle y allá en el Pacífico también».

Al doblar la esquina se aprecian a unos veinte o treinta metros dos reuniones de perros, el líder del primer grupo aparenta ser un can adulto, robusto, orejas cortadas, de complexión musculosa y mirada punzante; por ahora no están interesados en entrenar ciclistas, sus prioridades son otras, cuando nosotros reducimos la velocidad frente a ellos hasta casi detenernos solo nos observan en tensa calma protegiendo su posición pues en el grupo hay una hembra en calores; cuando ella se mueve los demás la secundan; corrección: la que manda es ella. El segundo grupo está compuesto por individuos jóvenes, casi cachorros, curiosos, tal vez quieran jugar a muerde al ciclista —hoy no, chicos—; nuevamente superamos el contratiempo sin mayor dificultad.

Las escenas de ciclistas atentos al camino y al canino, y de perros que ladran, amagan el ataque para luego retractar, y de humanos transitar al lado de la jauría sin dañar se repiten cada día; no es la primera vez que nos hemos encontrado y seguramente no será la última; aquí dejo esta mini-guía acerca de los perros en el camino:

Primero (50 a 100 metros). Conservar la calma y estar atento al camino y a los alrededores, identifica con ojos y oídos la posible presencia de caninos.

Segundo (10 a 50 metros). Conservar la calma y evaluar la situación respecto a la cantidad, posición e intención que tienen los perros. Es muy importante aprender a «leer» su lenguaje corporal y ladrido, ¿está avisando? ¿invitando a que te alejes? ¿anunciando carga? ¿atacando? Los canes son territoriales, te advertirán que estás en sus dominios, que te andes con cuidado. Si todo va bien, no pasará de un ladrido tipo «aléjate humano», dejarás de parecer interesante y volverá rápidamente sus actividades perrunas.

Tercero (5 a 10 metros). Conservar la calma y mantener una distancia segura. Siempre habrá algún chucho que se acerque un poco más. No, no aceleres el paso, eso podría azuzar al animal, la presa eres tú, no es bonito y no terminará bien. Es recomendable disminuir la velocidad, incluso desmontar de la bicicleta y posicionarte detrás de ella a manera de escudo para aparentar ser más grande, con esto la gran mayoría de los perros desistirán de seguir avanzando.

Cuarto (1 a 5 metros). Conservar la calma y «dialogar». Algunos cuadrúpedos serán más osados acortando la distancia a un par de metros, es momento de usar tu voz firme para demostrarle que tienes el control, ordena que se aleje y vaya a casa —no entiende español pero entiende tu tono de autoridad—, acompaña el mandato con un ademán por lo alto o finge recoger una piedra. Muy pocos perros sostienen su intención de seguir avanzando después de esto.

Quinto (menos de 1 metro). Conservar la calma, y limitar y contener ataque. A pesar de todo lo anterior el perro no desiste, emprende la carga e insiste en morder… ¿cómo fue que llegamos a esta situación? Ahora tu prioridad es evitar que te haga daño: posiciona tu cuerpo detrás de la bici a manera de barrera, dale algo para morder —algo que no seas tú— un tubo, una prenda, la botella de agua o la bomba de aire y aprovecha la distracción para poner distancia lentamente.

Sexto (siempre, a toda distancia). Conservar la calma, evitar confrontación y des-escalar la situación progresivamente hasta que ambos estén seguros. Si te produce sensación de seguridad podrías llevar un par de piedras en el bolsillo y usarlas a manera de «disparos de advertencia». Tal vez podrías remplazar las piedras por bocadillos, al olfatear comida irán por ella y puede que hasta te consideren amigo (hazlo con cuidado, a una distancia segura, no lo he probado y no sé si esto funciona). También hay de venta en el mercado repelentes a base de ultrasonido o sustancias irritantes que le causan dolor temporal pero no hacen daño permanente. Recuerda que ellos no tienen el instinto de cazar ciclistas para comer; no son malvados pero es posible tengan dueños irresponsables incapaces de corregir sus malos hábitos o que estén de hecho abandonados. Hagas lo que hagas, respeta al animal, a menos que sea una situación en que tu seguridad o tu vida esté en inminente peligro, es tu deber prevenir dolor y/o daño innecesarios.

Todos los ciclistas que asistimos al paseo —dos— completamos el recorrido ejido Michoacán > Colonia Pacífico > Cerro Prieto (con subida y toda la vaina) > ejido Michoacán sin más novedad que haber ejercitado piernas y corazón, apreciando el paisaje, respirado el aire fresco de la mañana, conversando de hazañas en bicicleta y planeando la próxima rodada; lo más importante es que ningún humano y ningún canino resultó lastimado durante la realización de este paseo ciclista entre parcelas, canales y ascenso al volcán ni durante la confección del presente artículo. 😉

Felices y seguras rodadas. 🙂