Paseos por el valle: parte 3.

La tercera es la buena, dice la sabiduría popular. Así como el segundo paseo tuvo doble de éxito que el primero; el tercero tuvo el triple que el segundo pues participamos siete ciclistas: cuatro de ellos se transportaron en bicicleta desde la ciudad de Mexicali y tres más en automóvil desde diferentes puntos; sus nombres: Ruben, Luisa, Marisol, Guillermo, Xe, Razo y Francisco.

Llegamos todos al punto de reunión al filo de la hora. Xe observó en el parque dos polluelos de búho que habían caído de su nido así que decidió llamar al 911 y reportarlo a la patrulla ecológica; esperamos unos minutos y partimos al rededor de las 6:10 AM. Como suelen ser las mañanas en los campos de cultivo del valle, ésta era soleada, fresca y hacía una agradable ligera brisa. Sin otra preocupación que disfrutar del paisaje y tomar fotos, transitamos entre parcelas hasta llegar al Canal Pacífico y después hasta la segunda compuerta donde Xe decidió no continuar con el paseo; se apreciaba un tanto agitado y sudoroso; nos despedimos y el resto del grupo continuamos hacia la carretera Mexicali – San Felipe para luego retornar por la margen izquierda del mismo canal hasta llegar a Cerro Prieto.

Al pie del volcán tuvimos una pequeña conversación sobre si subir o no subir, ese era el dilema. ¡Pues subimos! Pedaleando o empujando la bírula llegamos todos hasta la primera estación de antenas; justo ahí donde termina el empedrado y comienza el camino de cemento; después de otra sesión de fotos, la cuestión sobre seguir ascendiendo se repitió: Luisa, Marisol y Francisco decidieron ir hasta el cráter para avistar al Shayii mientras que Razo, Ruben y Guillermo esperarían en el lugar.

Subiendo y tomando fotos, llegando al borde del cráter y tomando fotos, observando el dibujo en el lecho y tomando fotos, bajando y adivinen… ¡tomando fotos! Cuando el grupo se reunió nuevamente, Ruben ayudaba a Razo a ajustar su bicicleta; Luisa y Marisol contaban, maravilladas, lo que acababan de presenciar allá en la parte mas alta del cerro… Ya es hora de regresar —mucho cuidado al bajar, atentos al freno—. Lo cierto es que cada quien asciende y desciende a su propio ritmo; los que se adelantaron esperaron bajo la sombra de unos mezquites a quienes venían detrás, la brisa matutina se había convertido en viento ligero, muy agradable. Reunido el grupo, aprovechamos un momento más del cobijo de esos árboles, luego pedaleamos más o menos rápido, sin detenernos, hasta llegar a la meta. Siendo las diez de la mañana y estando oficialmente sedientos, conseguimos unas bebidas de esas hidratantes-refrescantes-alegrantes(solo una pues habrá que manejar o pedalear de regreso a casa). Bien merecida la bebida y muy amena la charla —esto de ser ciclista me gusta—, unos cuarenta y cinco minutos después: «aquí se rompió una taza, cuidado con los pedacitos»…

Muchísimas gracias por asistir; muy buena rodada y excelente compañía; disfrutamos del paisaje y del aroma a campo, además no encontramos perros-entrena-ciclistas. Ojalá que volvamos a coincidir.