Ammm, OK. ¡Veamos! dijo un mudo.La máquina de viaje no debe ser perfecta, debe ser buena, buenísima; marco de acero, ruedas reforzadas, parrillas, frenos de disco, dinamo, trasmisión automática —OK pues, eso último no—.
Tras días de navegar online e investigar online y buscar(sí, también online) encontré varias opciones de bírula para viajar.
Al final me decanté por una Surly Troll color verde moco, rodada veintiséis, marco de acero, frenos de disco, con extra anclajes para accesorios. Sigue conseguir un par de parrillas —delantera y trasera—, cuatro alforjas para equipaje, bolsas transportadoras de agua, espejo retrovisor(¿uno o dos?), dinamo y luces… Y una campanita de esas pa-hombre-que-viaja-bien-lejos’n no vayan a creer que de esas de bici-rosa-para-niña.
Más tarde vendrán la casa de acampar, la cocina portátil, una trasmisión tipo Rohloff, refacciones y repuestos, ropa y accesorios para desierto, montaña, playa, lluvia, viento e invasion extraterrestre —es broma—, un casco con mejor ventilación, sombrero de turista, lentes oscuros de ciclista malote, zapatos montaña, chanclas ciclistas, la lista sigue y sigue.
También está pendiente darle un nombre a la cicla y escribirle un review(suena más ‘trendy’) por ahí de las 1000 millas pedaleadas —Strava, ahí te encargo—.
So far, so good; ‘bamos vien’. Good night.