Mexicali – San Felipe: Parte 4.

En linea de salida. Al frente participantes del Desafío Mil Millas x Baja, 2016. En segundo plano participantes del desafío Mexicali – San Felipe, 2016. Crédito fotografía: «Desafio Paseo Ciclista Mexicali San Felipe 200 Kms»

Después de la cena de carbohidratos fui a dormir a casa de mis padres, dí una última revisión al equipaje y a la bicicleta; todo en orden… casi, el sleeping bag no cabe en la maleta —no quiero cargar con dos paquetes, es mejor todo en uno—. Dejé el backpack y decidí llevar una maleta más grande con ruedas que mi madre me prestó. Y como ahora cabían más cosas pues metí más ropa interior, otra camisa, otro pantalón y otra camisa(sí, otra). Volví a inspeccionar mis electrónicos: cables, cargadores, cámaras, baterías y más cables. Me aseguré que estuvieran en la maleta crema, pasta, cepillo, jabón, candado con llave, tubos, bolsas ziploc y una cuerda amarilla para tendedero. Después apagué la luz, me acosté, cerré los ojos… Y me levanté de nuevo a verificar el número de calcetines que había empacado, los trajes de ciclismo, el bloqueador solar y la crema chamois anti-rozaduras y los electrónicos. Ahora sí a dormir, a dormir dije, ¡vamos! ya es media noche, «good night, Lorena»… Zzzz.

La alarma-despertador suena a las 4:30 AM, creo que le gané por dos minutos. ¡Arriba! Rutina mañanera: bañar al ciclista, cepillar la sonrisa, vestir el mejor traje, peinado para fiesta y aplicar abundante crema anti-rozaduras, más, un poco más —mejor que so-sobre y no que fa-falte—. Avena con agua y fruta para desayunar y un plátano para llevar. Subí al auto maleta y bicicleta, también casco y zapatillas, guantes y mangas, bloqueador y lentes. ¿Listo? ¿Sí! ¿Listo? ¡Listo! O tal vez no… Siento que algo se me olvida y no sé qué es; antes de llegar a linea de salida lo recuerdo: no traje mis dos ánforas —una grade y una chica— toca llegar por ellas de pasadita.

La cita era a las 6:00 AM, llegamos puntuales Don Federico y yo, mas no veo a ningún desafiante todavía. «Estoy en la salida, ¿on tan?», escribí en el whats, «ya vamos», respondieron. Poco a poco llegan los ciclistas participantes del evento paralelo y se comienza a formar el mar de gente y a formar la fila para entrar al baño. Cuando llega la camioneta de ‘Vámonos de Camping’ con los desafiantes subo mi equipaje y monto la bicicleta y doy un par de vueltas. Poco después de las 7:00AM dan la tercera llamada para salir. Nos indican que nos formemos hasta el frente para la foto. ¡Las fotos! Hay muchas cámaras; no sé a cual mirar; creo que tengo sonrisa nerviosa. ¡Uy, hasta dron traen! Después el conteo final: «… cinco, cuatro, tres, dos, uno, VÁMONOS». Estimo que somos unos 300 ciclistas y 16 de nosotros continuamos mañana hasta Los Cabos. ¡Que nervios!

En el kilómetro 8, Noala es el primer ponchado del recorrido, Jorge Mier y yo nos detenemos para ayudar. Nos pasan varios ciclistas y los desafiantes que venían atras; yo vi a Luis, Alfonso y Ana. Unos minutos después se detiene la camioneta a un costado. Noala repara la avería y arrancamos, al poco tiempo ya soy oficialmente el último.

Al rededor de las 9 de la mañana me desvío rumbo a casa de mis padres por las ánforas olvidadas, aviso de la maniobra a los chicos de la camioneta. En el kilómetro 30 está Zacatillo, un pueblo polvoriento de gente buena y trabajadora aunque un tanto desordenada; hay rocas y algo de basura por las calles sin pavimentar. Un par de perros ladran y otro par —de los que no ladran, solo muerden— me observan al pasar y se acercan con toda la intensión. Me apeo de la bicicleta y tomo un par de piedras del suelo, uno de los perros no cede, le lanzo una piedra y por fin desiste. «¡Tching tzu má, ‘che dogo perplejo!» invoco en olvidado lenguaje ceremonial antiguo. En definitiva este pueblo no es un buen lugar para rodar, todavía. Al llegar a casa mi madre me recibe con una sonrisa, un licuado y más fruta ‘pal camino’. Tomo mis ánforas y me despido de nuevo; mi padre pregunta «¿ya no se te olvida nada?» y me voy. La escena de los perros y las piedras se repite ahora en sentido contrario. Mientras esperaban por mí, Diana y Meño llegaron a los tacos; les aviso que estoy de nuevo en ruta. Vuelvo a ver la camioneta tras de mi cuando me alcanza por ahí del km 45.

En el 50 me integro a un pelotón, que rueda a muy buen paso -creo que se hacen llamar «los Cachoras»- aprovecho el túnel, descanso del viento en contra, alcanzo a otros desafiantes y la camioneta ya no viene tras de mi. Cedo una de mis ánforas a una hermana ciclista que ya no traía agua:– “ROCÍO, ¿Traes agua?”– No.– Fernando, tú traes dos, dale una.Poco después me suelto del grupo y pedaleo sólo por un rato y adelanto al pelotón, que estaba a orilla del camino reparando una ponchadura, luego alcanzo a Raúl, Noala y Ana. Más tarde nos pasa el pelotón gritando:– ¿Están cansados?– ¡Nooo!– ¿Quieren más?- ¡Sííí!Adelante paran nuevamente; ellos traen sus propios carros de soporte y abastecimiento. Nos pasa también el Cucus Team.

En el 85 alcanzamos a un ciclista con calambres desesperado por llegar a La Ventana.En el 100 Raúl y yo paramos a tomar agua y una foto.En La Ventana supe de un desafiante que subió a la camioneta por dolor de rodillas.En el 108 Ana toma otra fotografía; en su bocina sonaba Shaky Shaky de Daddy Yankee.En el 120 vuelvo a pedalear sólo.En el abastecimiento cerca del reten militar bebo demasiado gatorade y debo hacer un par de paradas técnicas más adelante…

El año anterior -2015- no había llegado en bicicleta a San Felipe a causa de una llanta dañada por un trozo de metal. La sugestión y la superstición son fenómenos mentales sumamente interesantes; al aproximarme al 160 no pude evitar imaginar varias veces al mismo trozo de metal esperandome para morder la llanta nuevamente.Una vez que miré el letrero del 170 respiré aliviado —ya la hice—, pensé.

En el 190 Raúl está ayudando a un ciclista ponchado; pregunto si se encuentran bien, responden «sí» y no me detengo. Cinco kilómetros antes de la meta el sol ya está oculto aunque aun hay algo de claridad enciendo mis luces. En la meta la fiesta está a todo lo que da: cerveza, música, camisetas y medallas. Los primeros desafiantes en llegar son Hector, Jackie, Karla, Hugo y Aurelio. La diferencia entre el primero en llegar y el último fue de más de 2 horas. Detrás de mi llegan Raúl y Ana. Antonio se quedó dormido en la mesa de masajes. Noala está en el templete bailando y cantando, el resto se encuentra dentro de un restaurante; entramos por unos tacos de pescado y unas cervezas.

Después de cenar nos dirigimos rodando hacia el hotel Cortez, nos acomodamos cuatro personas en nuestra habitación: Carlos, Demetrio, Raúl y Fernando… Tomar un baño tibio y a dormir, hay que estar listos a las 7 de la mañana pues esperan 160 km hasta Bahía San Luis Gonzaga, la mejor rodada de noche y el camino más horrible del universo —ok, exageré—. Good night, Lorena.

1 comentario en «Mexicali – San Felipe: Parte 4.»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *