Pie de foto.Descripción: primer pedaleada, mitad del recorrido.Frente a Roy’s Cyclery en Upland Downtown. Luis en primer plano, yo en segundo plano. Fecha: 31 de enero de 2015. Fotografía: Luis Trujillo.
Hará unos tres años comencé a trabajar en la misma compañía, a la que llamaremos Hayden -porque así se llama-, que un amigo, al que llamaremos Luis -porque así se llama-. Casi inmediato de conocerle, Luis me cuenta que es ciclista desde casi un lustro, ‘presi’ del grupo con el que pedalea por las tardes y me invita a participar. Curioso, hago un par de preguntas; perplejo escucho las respuestas y le doy cualquier pretexto para no asistir:— No tengo bici.— Yo te presto una.— No tengo casco.— En la Walmart son baratos.— No tengo condición.— Iremos muy despacio.La escena se repite durante meses sin materializar la invitación ni la confesión: «¿Yo, en short de lycra? ¡Nah que, ni ‘mais’!».
A principios de 2015 después de varios cambios inesperados aparecen síntomas de no-salud.Me hago revisar por un medico y me dice:— Te vas a morir.— No le haga, doc…— Sí, algún día…— No le haga, doc…Ok, ok no fue así pues. No me dijo eso, pero así lo sentí.Fue como recibir un citatorio del cielo, me dije «¡No que, yo no voy!».De vuelta en la oficina acepté la invitación a pedalear y lo acordamos para el sábado 31 de enero de 2015 las 8:00AM. Desempolvé un casco que tenía guardado —era pretexto, ¿recuerdaa?— y me conseguí unos calzones con chamoy de esos que van bajo la ropa; aún no estaba listo para vestir de lycra y esperé a que llegara el día.
Sábado por la mañana, llegué vestido con mi ropa habitual jeans, polo, tenis… y casco.Presentes estaban Ernesto, Ruben, Ángel; Luis traía dos bicicletas, una era la mía.El recorrido fue sobre la ciclovía desde el parque North Heritage Park en Fontana hasta Roy’s Cyclery en Upland Downtown.Sobra decir —pero lo diré— sudé, jadeé y pujé… ¡pero llegué!Ida y vuelta: casi 20 millas, el recorrido en bicicleta más largo de mi vida. Pálido, no me lo creía.
Durante tres días no pude moverme sin sentir dolor en las piernas y donde la ropa me rozó la piel. «¿Dónde está el short de lycra?», pensé. Conseguí uno y en la segunda ‘raiteada’ lo vestí tímido con algo de sonrojo, pero eso ya es otra historia.