Thanks for Riding with Me: If you are riding this article, chances are you are currently riding from point A to point B on an electrical vehicle. I will make sure we get there driving safely. If you need something please feel free to pause your reading and ask me any question. Enjoy the ride and enjoy the read. Thank you again.
The Context: Back in March 2023, I moved to Arizona, since then I drive part-time for Uber & Lyft; usually on evenings and weekends. Arizona’s scenic beauty and friendly atmosphere have turned my life around, offering me an opportunity to be part of the Uber family.
The Rideshare Experience: Driving for Uber & Lyft in Arizona has been a joy. The riders I meet are not only polite but also curious about my Uber & Lyft experience, always asking me what it’s like to be a Rideshare entrepreneur.
The Eco-Friendly Riding: My choice of vehicle, a 2022 Tesla Model 3, makes the ride extra-smooth, eco-friendly and super-safe. Charging at the conveniently located superchargers at Yuma Downtown and The Foothills lets me offer riders a comfortable and sustainable experience.
The Financials: Driving for Uber & Lyft in Yuma Arizona is not just enjoyable but also financially rewarding. I can make around $250 on a good day, and that figure goes up on weekends and holidays. So far Ridesharing has been a good way to supplement my income.
The Rideshare Family: If you’re in Arizona and looking for a flexible and rewarding way to earn money while enjoying the state’s beauty, consider signing up as an Uber or Lyft driver (or both). Whether you’re a long-time resident or a newcomer, there’s a place for you in the Ridesharing family.
Conclusion: Ridesharing has transformed my life in some subtle but unexpected ways, and moving to Arizona has made it even better. Join me on this exciting Rideshare adventure in the stunning state of Arizona!
¿Cuál es la diferencia entre asociación y causalidad? A menudo, se utilizan estos términos indistintamente, pero en realidad son muy diferentes. La asociación es cuando dos cosas están relacionadas, pero no necesariamente una causa a la otra. La causalidad, por otro lado, implica que una cosa causa la otra.
Un ejemplo de asociación sería que las personas que beben caguamas son más felices que las que no las beben. Si bien puede haber una correlación entre beber una caguama —una Indio o una Rogelia, bien heladísimas, ambas salidas de una hielera de color chillante, aún cubiertas de hielo finamente picado y sal de grano— y la felicidad, no significa que beber una caguama sea la causa de la felicidad. Puede haber otras razones por las que las personas que beben caguamas también son más felices —léase: la botana, la compañía o que te le escapas un rato a tu tóxica pareja(o imaginaria, jajaja ultra-LOL); ya luego vemos como arreglar esos pedillos, todo con medida, ¡salúd!—.
Un ejemplo de causalidad sería que fumar causa cáncer de pulmón. Hay una clara relación causa-efecto entre fumar y contraer la enfermedad. No fumen, muchaches; muy probable sea ‘su yo’ del futuro quien pague los platos rotos. Por lo pronto, en dos mil veintitrés, es importante entender la diferencia entre asociación y causalidad para evitar errores de interpretación pues a veces se hacen suposiciones basadas en la asociación; siempre es importante investigar más para determinar si hay una verdadera relación causal.
En resumen, la asociación es cuando dos cosas están relacionadas, pero no necesariamente una causa a la otra. La causalidad, por otro lado, implica que una cosa causa la otra. Es importante tener esto en cuenta al momento de conseguir las bebidas frías —no olvide devolver a sus buenos amigos los dineros que iba a ser para los tabacos: «es que en toda la city no había de esa marca, en serio», y así— para evitar conclusiones erróneas.
NOTA: el autor —yo merengues— no encontraba como decirle a medio mundo que sonrío mientras recuerdo los tiempos de ‘la prepa’, cuando muy jóvenes cooperábamos para caguamas, cigarros y nos íbamos al Black Hill después de salir de la clase de Probabilidad y Estadística —así fue, estuve ahí—. ¡Vámonos! 😉
Comenzar en el mundo de la ciberseguridad puede ser emocionante y desafiante al mismo tiempo. Si eres nuevo en este campo, es probable que haya algunas cosas que nadie te haya contado. Aquí hay cinco cosas que deberías saber:
No hay atajos. Si eres nuevo en la ciberseguridad, puede ser tentador tomar atajos para avanzar más rápido en tu carrera. Pero la verdad es que la ciberseguridad es un campo en constante evolución y nunca dejarás de aprender. Debes estar siempre actualizado y dispuesto a estudiar y aprender constantemente. No hay atajos en la ciberseguridad.
Todo duele. Al igual que en el ciclismo, si eres nuevo en la ciberseguridad, todo duele. Es normal sentirte abrumado por la cantidad de información que debes aprender, y es probable que te equivoques en tus primeros intentos. Pero no te rindas. Aprende de tus errores y continúa adelante.
Todo es ciberseguridad. Al igual que en el ciclismo, en la ciberseguridad, todo es ciberseguridad. Te encontrarás hablando de ciberseguridad con amigos, colegas y familiares. Te volverás experto en ciberseguridad y sus componentes. Te adaptarás a la cultura y horarios del campo.
Todo cambia. La ciberseguridad es un campo que cambia constantemente. La tecnología evoluciona rápidamente y los hackers son cada vez más sofisticados. Como profesional de la ciberseguridad, debes estar siempre actualizado y dispuesto a adaptarte a los cambios.
La ciberseguridad es esencial. En la actualidad, la ciberseguridad es esencial en todas las industrias y sectores. La protección de la información es crucial para la privacidad y seguridad de las personas y empresas. Como profesional de la ciberseguridad, tendrás la oportunidad de hacer una diferencia en la seguridad en línea y contribuir a la protección de la información.
Así que dale como a cajón que no cierra: con todísimo; o como ciclista en subida: poco a poco, sin prisa pero sin pausa y siempre recordando que en la siguiente meta habrá bebidas.
Bien dicen en cyber-seguridad que las contraseñas de computadoras y sistemas merecen el mismo trato que tu ropa interior, me explico en breve: + No los dejas a la vista de otros. + No andas compartiendo con nadie más. + Hay que cambiarlos cada cierto tiempo. + El tamaño importa; largos cubren mejor. + Mejor que sean sexy y misteriosos.
Para contraseña potente conseguir, estos pasos seguir: + Mínimo 12 caracteres(son mejores 16). + Incluir letras minúsculas y MAYÚSCULAS. + Incluir números. + Incluir caracteres especiales.
Y esto es lo que deber evitar al un password potente diseñar: — Evita palabras ‘reales’ que encontrarías en un diccionario como password, perro, gato, monkey, quesito. — Evita secuencias de números o de letras como qwerty123. — No uses el nombre de tu mascota en tu password. — Tampoco tu fecha de nacimiento. — Usar tu numero telefónico como contraseña es una idea horrible. — Evita la remplazar letras con números, ejemplo: passw0rd —¿Cómo se te ocurre?— — MUY IMPORTATE: usa diferentes contraseñas en diferentes sitios; alguien malicioso podría averiguar tu password maestro y vaciarte la cuenta bancaria. —¿No usas el mismo password para tu ‘feis’ que para la ‘compiuri’ del trabajo, que para el banco, verdad? ¿Verdad que no? ¿Verdad que ya no?
Lo mejor es… … aprenderse el password que anotarlo en un post-it que luego vivirá bajo el teclado —¿Por qué?—, … usar un administrador de passwords que aprenderlo, … usar un generador de passwords que inventarlo; como passwordsgenerator.net o similar.
Aplicar estas recomendaciones son un muy buen comienzo para dificultar un hackeo, robo de identidad o fraude financiero; recuerda que el riesgo siempre existirá y que es buena practica mantenerse atentos para no mostrar de más… ¿Y tú? ¿Andas mostrando los chones… digo, los passwords?
Welcome to este Podcast donde hablaremos de aspectos interesting de los campos STEAM (con la S de Ciencia, la T de Tecnología, la E de Ingeniería, la A de Artes y M de Matemáticas) en una forma ligera, sencilla, dos-tres informal y medio irreverente.A saber, los Inges implementamos el progreso del mundo mundial y simplificamos la vida mediante procesos complejos.Bueno, sometimes we also la arruinamos metiendo la pata de formas inesperadas que resultan ridículamente divertidas (tema para episodios completos).Transmitiendo desde las Californias en español, en espanglish y en idioma Inge.
— ¿Entonces? ¿Cuál me compro? — Pues la más cara por supuesto(wink-wink). Listo, paga y vámonos.
Ok, no pues. No es así de sencillo —aunque tampoco complicado es—. Antes de entrar en materia debo advertir que esta NO es una recomendación de compra; tan solo estoy relatando la forma en que yo decido cual equipo adquirir; en caso de duda aléjate y cuéntaselo($$$) al técnico o ingeniero que más confianza le tengas —y que le sepa a eso de ‘las compiuris’; será recurso bien invertido que te ahorrará más que una lana—.
Cuando algún equipo para escuela, trabajo o entretenimiento necesito comprar, estos son los números que suelo observar.
Presupuesto: —pues claro, primero lo primero— a más billetes más potencia y mejor calidad se puede conseguir, aunque algunas excepciones han de existir. Si para ti como para mí el dinero no es un problema sino una necesidad(ultra-LOL), entonces seguro exprimirle el máximo valor a esos chelines querrás (¿Quién escribió esto? ¿El maestro Yoda?).
Procesador, aka CPU: en términos muy sencillos, es la velocidad de la computadora. NOTA: solo mencionaré en los chips Intel. Actualmente existen tres o cuatro ‘niveles’ repartidos en varias ‘generaciones’, por ejemplo: i7–9750H@2.60GHz significa, nivel 7, generación 9, velocidad 2.60 Gigahertz. A más alto el nivel más sabroso el precio también y más rápido viaja el tren(aquí casual, salvando la rima); existen los i3, i5, i7 e i9 que se corresponden con el numero de ‘cores’ o ‘núcleos’ —eso es historia para un futuro blog—. La generación más reciente es la 11 aunque las generaciones 7 a 10 aún rinden bastante bien.
Memoria RAM: esta es la cantidad de programas que podrás abrir al mismo tiempo, se mide en ‘Gigabytes’. La regla es sencilla: más RAM tiende a ser mejor. El mínimo para navegar internet es 4GB, recomendado para correr Microsoft Office 8GB, para juegos unos 16GB y para ejecutar maquinas virtuales 32GB.
Espacio de almacenamiento: es la cantidad de programas y archivos que puedes guardar, se mide en ‘Gigabytes’ o ‘Terabytes’. También conocido como espacio en disco duro. URGENTE: si lo llamas ‘memoria’, recapacita ya por favor. Al igual que con la RAM, más espacio en disco duro tiende a ser mejor y más papeles verdes americanos ha de costar. El mínimo es 256GB, recomendado 512GB, y si las moneditas te alcanzan pues uno o dos Terabytes conseguirás.
Tamaño de display: pues eso: la medida de la pantalla, es la distancia en pulgadas entre esquinas opuestas. Fácil: más pulgadas igual a más área visible y más peso —y más dólares—. Las medidas populares son 13″, 14″, 15″ y 17″.
Resolución: es la calidad de la imagen en la pantalla o lo claro que se pueden ver los detalles. Nuevamente, a más altos los números: calidad más alta y precio más alto. La resolución más común es 1920×1080(1080p), también es el mínimo recomendado, mientras que 3840×2160(4K) está ganando popularidad por lo nítido y claro de sus imágenes.
Por último —muy breve— diré que una buena laptop en post-pandemia debería venir equipada con bocinas, micrófono, webcam, un par de puertos USB, cargador compacto, batería para unas dos horas de trabajo continuo y programada con Windows 10 o Linux —también materia de blog—.
Tal vez porque el año comenzó, porque querías bajar de peso, porque alguien te invitó, porque tu salud te avisó, porque alguien te gustó o tal vez ya se te olvidó… La razón que sea que comenzaste en ‘los ciclismos recreativos’ —feriados y fines de semana— un día reflexionas y sobre situaciones que nadie te advirtió, así que: estas son las cinco cosas que [casi seguro] nadie te dijo cuando comenzabas en el ciclismo recreativo —son seis—.
5. Todo aprieta. La ropa de ciclista es ajustada; se ciñe por todos lados sin dañar nada, comprime en las piernas, se entalla en abdomen, se expande en los glúteos y sí, también se ajusta ahí donde te platiqué; de hecho el traje de ciclista te aplasta tanto las pelotas que después de cuatro horas de pedalear casi desaparecen. Nada de qué preocuparse, todo vuelve a normal cuando te hidratas, te alimentas, te aseas y descansas —enjoy—. A algunos les causa presión mental la idea de usar shorts de lycra (a mi me sucedió; ya está superado); no temas el atuendo, es así por eficiente y funcional, cuando lo pruebes lo vas a comprender. Si pedaleas en invierno aprieta el frío, en verano aprieta el calor. Si pedaleas en solitario aprieta el viento en contra y extrañas el viento a favor. Si vas en pelotón aprieta el paso el ciclista puntero y tú no te quieres quedar y si es evento o carrera aprieta el paso el que viene detrás para adelantar. Y aprietas tú tu ritmo de pedalear en los últimos metros antes de llegar a la meta. ¡Ajusta casco y zapatillas, nos vamos a rodar!
4. Todo duele. Cuando pasas de sedentario a ciclista principiante, aclararte es mi deber, todo te va a doler. ¡Toddo, dije! ¿No pensarías que tan fácil la ibas a tener? Te dolerá el trasero por la compresión de los isquiones con el sillín; es típico sentir malestar por unas horas después de entrenar durante las primeras semanas. Te dolerán las piernas después de pedalear. Al principio serán un dolor que casi te va a incapacitar y una sensación de ardor infernal que estarán contigo durante días, no querrás ni moverte; conforme sigas entrenando este dolor irá desvaneciendo de días a horas a nada. Aprenderás palabras como ‘ácido láctico’ —demostración presencial de los efectos fisiológicos incluida—. Vas a sentir calambres: eso duele mucho, en serio. Aprende a conocer las señales y los remedios. Te vas a caer: garantizado. El ciclismo es ya de por sí un poquitín peligrosillo; no hagas tonterias que nos pongan en riesgo —a ti, a mi y a los demás—. Después de una caída levántate, asegúrate de estar bien y continua si y solo si es seguro. Te vas a rozar, o tal vez no. Si notas fricción, irritación o rozadura en alguna parte, sé diligente en prevenir y remediar; más vale lubricar que suturar. Un poco de incomodidad en cuello, espalda, hombros y muñecas puede ser normal durante las primeras sesiones pero también puede ser señal de mala postura o lesión. Siempre atento a los avisos de tu cuerpo; no es igual el dolor de fatiga que el de herida. Siempre consulte con un profesional de la salud.
3. Todo es bicicleta. Es casi como enamorarse; hablas de ciclismo, ciclistas y bicicletas con todo mundo hasta el punto que te miran con ojos de «¿y este qué?». Te vuelves medio experto en bicicletas, componentes, accesorios, mecánica, carreras, competencias… bueno, hasta repasas la historia del ciclismo. Te conviertes en perito en administración de tiempo, adaptas tus horarios para entrenar y acomodas tu agenda al rededor de los eventos. También agregas recordatorios al calendario, ¡uy sí, no se te vayan a olvidar! Hasta cuentas las horas para estar con ella. Buscas eventos dónde participar, o carreras qué observar. Aprendes a ser diligente con tus finanzas: ahorras para comprar otra bicicleta —sí, otra ¿qué de malo tiene?—, accesorios y equipamiento. Te alejas de los excesos de alcohol, comida chatarra y desveladas porque «me baja el ritmo en la bici». Aunque eso solo aplica antes del evento; cruzando la meta la historia es otra: «más cheve y más tacos». Si hasta nombre le pusiste a la bici. Llegados a este punto es seguro que la fiebre te contagió sin remedio. Felicidades y bienvenido.
2. Todo cambia. Los amigos —en realidad los buenos amigos no cambian ni los cambias por otros— solo agregas más. Tu salud y estado físico son mejores que antes de empezar en esto de ‘los ciclismos’, ya no jadeas moribundo, bajaste un par de kilos y la presión arterial y el colesterol; sin darte cuenta tu cerebro ha desarrollado una gran habilidad para mantener el equilibrio y hasta piensas con más claridad. Tus pláticas son diferentes, ahora además hablas del futuro y de los nuevas metas que deseas conquistar. Tus piernas nunca volverán a ser las mismas, se están formando y torneando, eso te agrada, hasta parecen atraer algunas miradillas —ya, bájale, tampoco exageres, sí están mejor que antes pero no es para tanto, tú sigue entrenando, ‘bamos vien’—. Cambias tú, sea que tengas un mes o un año rodando —asúmelo, ya no eres el mismo— respiras mejor, caminas mejor, duermes mejor, te sientes mejor y luces mejor. Ahora disfrutas más, hasta buscas los puertos de montaña para ver el paisaje y la frase «100 kilómetros» te provoca una sonrisa. Tu forma de ver la vida ya es diferente —o tal vez no—, has conocido personas y lugares nuevos y te has conocido tú. Algunos miedos los dejaste atrás cuando no pudieron pedalear contigo.
1. Todo es posible. Ahora sabes que con esfuerzo enfocado, constancia y disciplina puedes lograr lo que te propongas.* Quieres tener una, dos, tres, catorce bicicletas: una de ruta, una cyclocross, una de montaña, una fat, una urbana, una tandem y una turismo. Tus deseos de querer llegar en primer lugar en cuanto evento y carrera participas no se han ido, tal vez nunca se vayan. Sueñas con participar en ‘Le Tour de France’ o con dar la vuelta al mundo. Queda claro que ambos son retos enormes también que son posibles y tal vez te digas a ti mismo «debí comenzar diez años antes». No podemos hacer nada para cambiar el pasado solo podemos aprender de él, en tanto que el futuro sea para descubrir tus capacidades, cultivar tus talentos y retar tus límites. Aunque no ganes ‘Le Tour’ definitivamente ya no eres igual, te has superado a ti mismo. ¿Y sabes qué? ¡Ha valido la pena!
* Siempre que te propongas no quebrantar las leyes de la física, que no quieras lograrlo todo al mismo tiempo pues elegir un camino es renunciar a otro(s) y que dediques recursos objetivos, tangibles y mensurables a la materialización de tu propósito. Por supuesto aplican otras restricciones.
0. Todo cuesta. Cuesta esfuerzo, tiempo y dinerillo. El ciclismo, aunque sea recreativo de fin de semana, te puede significar desembolsos de cientos de dólares —incluso miles— en bicicleta, equipo y accesorios. Algunos eventos son de paga y las cervezas al cruzar la meta no las regalan —a veces sí—. A fin de cuentas vale la pena, pues lo que inciertas en ejercicio te lo ahorras en doctores.
Si no se hace la machaca con ‘Le Tour’ nos queda la vuelta por el mundo. ¡Vámonos!
Durante uno de los varios días que trabajé en la panadería sucedió cierta secuencia de eventos que a la fecha su recuerdo hace a los protagonistas derramar líquidos a causa de las risotadas —lágrimas, principalmente—.
Por encargo de la compañía desarrollé en Microsoft Access —no me juzguen, era yo muy joven y alocado— un sistema computarizado de bases de datos para capturar registros de información en tiempo real, traducción: pues que no recuerdo qué demonios hacía la tal aplicación.
Ya te la ‘you know’: levantar requerimientos, diseñar interfaz, escribir código, conectar funciones, confeccionar manual, escribir más código, instalar aplicación, maravillarse porque el código [no] funciona —¿quién escribió esto? ah, fui yo—, entrenar usuarios. En fin, lo de siempre.
Tan pronto estuvo terminada y probada la app (todavía ni las llamábamos así) [FAST-FORWARD] >> … La primera parte del entrenamiento con la chica encargada del departamento de Safety transcurrió de forma más o menos típica: — Dale Janeth, ‘you drive’. Yo le dictaba la instrucción; en ‘espaniole’, en ‘inglesh’ o en ‘spanglish’; y ella ejecutaba la acción en su computadora. — Que ‘dale doble clic al icon’, que ‘métele la password’, que ‘abre la form’, que ‘rellena los textbox’, que ‘select los items’, que ‘escribe el text en el description field’. Ahora sí, presiona el ‘next’. Otro ‘next’. — Ok, ya nomás ‘clickea’ el botón de swapmeet y ya terminamos. — ¡Pancho! ¿On’tá ese botón que no lo miro? — Swapmeet, ahí está, abajo a la derecha de la screen. — Pues no lo miro. — Ahí está, es una serpiente y te enseña la lengua. — ¡Pancho! ¿Dón’tá el ‘botón del swapmeet’? — No dice swapmeet, dice swapmeet (lo pronuncié igual, con mi acento inglés ranchero ruso de chicali). — Ahh, ya lo miré: «submit» Pancho, «SUB-MIT». Sudé frío —que bochorno y que sopor—, suspendí el entrenamiento —es que tiene un error la app, no me tardo nadita— a toda prisa me dirigí a mi oficina; cambié el texto del botón por una palabra que yo sí pudiera pronunciar de manera más o menos decente; re-compilé la aplicación y le llamé a su extensión. — Listo, ahora sí, abre el programa, rellena los datos y presiona el botón que dice «PROCESS». — ¡PANCHO! *largo silencio telefónico* HAHAHAHAHA… — JAJAJAJAJA… Desde ese día hasta hoy se escuchan las carcajadas en californiano retumbar las paredes de ciertas oficinas en la ciudad de Colton y seguramente no muy lejos ‘tamién’ alguien ejercita sus abdominales entre risas mientras que está llorando leyendo this blog.
Mini-lecciones para la vida: Lánzate a hablar el segundo idioma que aprendiste en ‘la secu’; al principio seguro sonarás ‘del cocol’; tu acento y pronunciar dibujarán sonrisas en algunas personas que te escuchen; ciertamente sentirás calores(y colores) en el rostro aunque después ya no importará tanto; solo practica y ve refinando de poco a poco; antes que ‘soon’ comenzarás a sonar ‘cool’. Reconcíliate rapidito con que no eres un ‘native speaker’, aunque con suficiente práctica podrías sonar como uno —o tal vez no, ni modo—; que tu vocabulario será limitado al principio y que tu acento latino te va a acompañar durante ‘añísimos’. Recuerda que comienzas a ser ‘bilingual’ cuando hablas dos idiomas ‘los both medios broken’, cuando en una frase en un idioma insertas —como si nada— una ‘word’ del otro y ‘when’ te inventas ‘new’ palabras. Ten presente que te encontrarás con términos difíciles de pronunciar como shrimp, algorithm, schedule, acknowledgment, submit(y swapmeet), vegetable, chocolate, ‘infraestruc-trox-trouchur-esa-madre’; también frases como: «for sale, no lease» o «does take it toes can free all it toes». Por cierto, los dólares verdes americanous también vienen en inglés 😉 wink-wink.
Aunque no logro ubicar con certeza el año en que esto ocurrió, tampoco es tan importante saber la fecha exacta, lo relevante es que una mañana mientras me dirigía al trabajo en bicicleta unos perros salieron al paso y me tiraron al suelo y que sucedió en enero de 2007 o en enero de 2008.
Hacía un par de meses que había comenzado a pedalear al trabajo dos o tres veces por semana. Recuerdo que era la primer mañana de ese año que debía reportarme a la oficina; salí temprano de casa, recorrí casi todo el camino sin contratiempo, mas al pasar por la calle frente a donde inicia el cerco de la panaderia —faltando unos 50 metros para llegar a mi destino— aparecieron entre los matorrales del lote vacante que está a espaldas de la fábrica tres perros ‘encarrerados’; imaginé que si pedaleaba más rápido podría yo dejarlos atrás y reírme de ellos luego, después de todo «las ruedas son más eficientes que las piernas»… —no sucedió—.
Aceleré el paso y los canes interpretaron que era una invitación a algun juego de caza, así que comenzaron a perseguirme, unos metros adelante el perro más grande se emparejó primero, se adelantó luego y se atravesó después.
—El tiempo aceleró rapidísimo—.
Miré la rueda tocar al perro —o al perro tocar la rueda—.
Sentí una sacudida.
Perdí el equilibrio.
Me dí cuenta que iba a caer.
Escuché al perro aullar.
—Luego el tiempo pareció ir lentísimo; tuve chance de pensar en el sentido de la vida, el universo y todo lo demás: 42—.
Pensé en pleno vuelo que mejor sería ponerme de pie ‘como de rayo’.
Pensé que si me quedaba tumbado los perros me atacarían.
Miré la calle mojada por la lluvia de la noche anterior; los charcos tenían el agua clara en el centro, el lodo acentado en el fondo y arena lavada en las orillas.
Miré lombrices aprovechando la humedad para trasladarse antes que el sol las deshidrate —¿será buen negocio cultivarlas para producir fertilizante orgánico?—.
Escuché el ruido de la bicicleta chocar contra el pavimento —¡CRASH! Así suenan los choques en California—.
Salté del suelo tan pronto como pude después de completar la caída: —«en guardia bellacos; os enviaré al mar, bacalaos» y otras frases piratas, volumen uno—.
Miré al perro rodar e incorporarse a toda prisa —¿habrá pensado lo mismo que yo?—.
Miré la improvisada jauría cruzar la calle corriendo y alejarse rumbo al campo de golf —tengan miedo, tengan mucho miedo—.
—El universo reanudó su tiempo normal—.
Observé a un lado y al otro; nadie me vio ni escuchó nada, aunque todo ocurrió prácticamente frente a la ventana de mi oficina —bueno, al menos el orgullo está a salvo; nada que sonrojar—.
Sacudí mis ropas.
Revisé mis manos y rodillas.
Inspeccioné la bicicleta.
Busqué mi celular —un flamante iPhone 4—.
Marqué —riiing—.
— Hola, sí, tuve un acciente, estoy bien, llego como en una hora…
Colgué.
Regresé a casa.
Revisé todo de nuevo: bicicleta abollada, zapatos maltratados, pantalon adherido a la piel de mi pierna con sangre seca, rodillas raspadas, pies adoloridos, manos enrojecidas, traía yo lodo y arena hasta en las orejas —literal—.
Tomé una ducha. Desinfecté mis heridas. Mudé mis ropas. Llegué una hora después a la oficina —esta vez ya mejor en automóvil, sí, más vale—.
Aprendí un par de cosas útiles: que los canes son más rápidos que los ciclistas principiantes y que el relato de ‘el dog y la bike’ hace felices a las personas —algunas hasta lloran entre risas—. 🤣🤣🤣
Adaptación de artículo publicado en noviembre de 2016, texto original.
En 2013 solía trabajar en la misma compañía, a la que llamaremos Hayden —porque así se llama—, que un amigo, al que llamaremos Luis Trujillo —porque así se llama—. Casi inmediato de conocerle Luis me cuenta que desde hace como cinco años es ciclista por las tardes y los fines de semana, que es el ‘presi’ del grupo con el que pedalea y derecho me invita a participar. Curioso, hago un par de preguntas; al escuchar sus respuestas me quedé ‘perplejo’ así que le dí cualquier pretexto para evitar asistir: — No tengo bici. – Yo te presto una. – No tengo casco. – En Walmart son baratos. – No tengo condición. – Iremos despacio. La plática se replicó durante semanas y meses sin materializar la invitación ni la confesión: «¿Yo en short de lycra? ¡Ni ‘mais’!».
A principios de 2015 después de varios cambios inesperados aparecen síntomas de no-salud. Me hago revisar por un médico y me dice: – Te vas a morir. – Doctor, ‘do not meim’. – Sí, algún día. – ‘Do not meim’, doctor. Ok, ok, no fue así; el médico no dijo eso, pero así lo interpreté; fue algo parecido a verme recibir cita del cielo y decirme a mi mismo «¡’Mimismo’, no vamos, nos quedamos!».
El lunes, de vuelta en la oficina acepté la invitación de Luis a pedalear; lo acordamos para el sábado 31 de enero de 2015 las 8:00 AM. Desempolvé un casco que tenía guardado —era pretexto, ¿recuerdan?— y me conseguí unos calzones con chamoy —así se llama el acolchado— de esos que van bajo la ropa —aún no estaba listo para vestir shorts de lycra— y esperé a que llegara el día.
El sábado por la mañana, llegué puntual a la cita, vestido con jeans, polo, tenis, casco y los chones acolchados bajo la ropa. Presentes se encontraban Ernesto, Rubén, Ángel y Luis, quien traía dos bicicletas, una era la que yo iba a usar.
El trayecto fue sobre la ciclo-vía desde el parque North Heritage en Fontana hasta Roy’s Cyclery en Upland. Sobra decir —pero lo diré— que sudé, jadeé y pujé pero llegué. De ida y vuelta fueron casi 7000 millas —ok no pues, fueron 18 nada más—, el recorrido en bicicleta más largo de mi vida hasta entonces; no me lo creía.
Durante unos tres días no pude moverme sin sentir dolor en las piernas, en los hombros y espalda, también donde la ropa me rozó la piel y allá donde les platiqué —que no les he platicado pero que ya se la you know—. «¿Dónde está ese short de lycra?», pensé. Conseguí uno y en la segunda ‘raiteada’ lo vestí tímido con algo de sonrojo, pero eso es otra historia.